martes, 2 de marzo de 2010

Sentimientos

Esta semana empezó con un día negro, no podía salir todo tan mal, pero hoy si se dió, es irónico ver como el destino juega con nosotros, como simplemente en un día junta tantas cosas que nos hace sentir una minúscula partícula que no define nada, hoy me levante con ganas de verla y no apareció, hoy sentí melancolía de ella. Ya está muy entrada la noche y quisiera llamarla, hablarle y porque no, tenerla a mi lado; decirle que aunque hay veces que me equivoco, puedo soportarlo y aceptarlo, que muchas veces sólo es un problema que estoy aprendiendo a superar; pero en el fondo sé que no es así, porque sé que muchas veces mis palabras no sólo incrementaron el quebranto de su afecto, sino que muchas veces generaron distancias; que mis acciones no solo marcaron el destino, sino que definieron nuevos destinos.
Hoy decidí no quererla para poder ser feliz sin que esta vida me importe, pues se hace más importante un momento a su lado que lo que me ofrezcan los recuerdos y los sueños, hoy prefiero sus ojos de alegría y su sonrisa para que iluminen mi día. Y quiero estar donde estén mirando esos ojos suyos, para así contrastarlos con la noche, las estrellas y porque no con las nubes. Quiero cuidar sus pasos que me aturden cada vez que hago el vano intento de olvidarla para sobrevivir al día.
Hoy sentí la necesidad de un instante de distancia con el mundo, dejar de lado el trabajo, las tareas, los pendientes, y simplemente registrarme en un limbo cósmico, ver las cosas desde otra óptica, dejar pasar las cosas, al fin y al cabo mañana es otro día, nuevas cosas, nuevas sensaciones, nuevas experiencias, refugiarme en una frase de Galeano que decía que “…cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende” y soñar ser ese fuego que arde para poder llamar su atención, para robarle una mirada y quien sabe algunas palabras.
No puedo decir que no la pienso, cuando me doy cuenta de que no es así, y es la misma causa de mi forma de ser, porque no sé cómo controlar mis impulsos cuando quiero colmarla de atenciones, palabras, versos y más palabras.
A estas alturas ya fueron muchos los sueños escondidos en la sombra del dolor que sólo me dejaron silencio, el mismo que lleva mi corazón; he madurado con mis sueños y no los voy a dejar para que se resequen en medio de un desierto. A veces pretendo ser solo un sueño que despierta dentro de una nube que sube por la soledad, se hace grito, se hace dueño de toda la inmensidad de la noche, grita… y se calla.
En algún lugar leí que las palabras muchas veces son como bandadas de pajaros que vuelan de boca en boca de oído en oído, por eso deseo que vuelen al cielo y que vuelvan a ser libres como el viento y que vuelvan a llevar este mensaje de mi boca a su oído, si algún rato soy sueño, que me lleven a sus sueños y que me dejen observarla y simplemente disfrutar de ese respirar tranquilo, pausado y placentero.
Si el querer amarla es el comienzo de una aventura sin regreso, si el besarla es sentir su alma penetrando mi ser con calma, si observarla mientras me besa me hace creer que se ha cumplido el platónico sueño que me traía de cabeza, si abrazarla le proporciona a mi ser la protección que anhela tener, si con mirarla puedo entender que solo me bastaron 32 años para encontrarla, entonces que no me deje de besar, no me impida observarla y al abrazarme, que me deje una huella tan grande que me haga desear nunca dejar de amarla.
Quiero echar todo para atrás, quiero volver a sentir y decir que no me importa volver a quedar solo después de un buen intento, quiero hacer lo imposible con tal de satisfacer mi necesidad de su presencia, mi adicción a su compañía, mi necesidad de verla, de oír su silencio ante mis palabras rotas, de refugiarme en su mirada cuando le pido que no se vaya, de tomar su mano y apretarla tan fuerte que no se pueda escapar un soplo de lo que siento, de sentir que le importo, pues injusto es juzgar la realidad después de tener las cosas claras. Quiero vivir para tener y disfrutar de esa magia que desprende el encuentro de dos seres que se descubren en medio de un mundo que no deja de tener sentido cuando se enciende una chispa de fuego que se resiste a ser extinguida.
Quiero acabar con mi amargura, y encontrar esa sonrisa que se esconde en mi interior, quiero destruir rencores y echar fuera los tormentos que bloquean mi camino, que ocultan mi destino. Quiero que haga parte de él pero no encuentro la forma de captar su atención, de generar ese encuentro de sentimientos que con muecas maricuecas le roben una sonrisa, que con miradas perdidas le roben un beso, que con abrazos calurosos le generen insomnios y que me piense como la pienso, quedarme con sus aromas mientras espero que el reencuentro se vuelva a dar, hasta que un día ya no haya que separarse y el aroma quede impregnado en la almohada vecina y poder dejar de entrar en sus sueños para verla y simplemente disfrutar de su presencia.
Aprendí y logré diluir en mi espíritu toda esperanza humana, sobre todo el júbilo por estar vivo y disfrutar de un nuevo día de sol, de mañanas de lluvia, de noches estrelladas; aprendí a estrangular la tristeza y la desazón, pero siento que aun falta algo o alguien. Llamé a los verdugos de la alegría para romper la culata de sus fusiles mientras perecía en el intento de vencerlos. Y la primavera me brindó la risa que me hizo olvidar el odio repugnante del idiota que se burla de mi intento, el verano trajo el calor que alegró mis días, el otoño calmo mis aires y me recordó que las cosas hay que tomarlas con calma y llego el invierno que me recalco que ya no estaba, que volvían los días grises, que los verdugos habían vuelto a ganar la batalla.
Pero, cuando estaba casi por decir adiós, resolví volver a buscar la llave que me abriera las puertas de la esperanza, donde quizás recuperaría los sueños, ahí esperanzado volví a girar mi cabeza al horizonte buscando respuesta en el sol, espere a la noche y la busque en la luna, pretendí respuestas en las estrellas… pero nada. Espere por su bienvenida mirando el reflejo de mis ojos en la pantalla de un computador y ahí estoy sin poder ir más lejos, a veces cuando puedo camino hacia el horizonte, pero a veces me distraigo cuando veo sus ojos en alguna foto, y siento que mejor y más fácil puedo vivir con solo esas miradas y no sé si quiera continuar.
Una visión del futuro basta para redimir el dolor aunque nada lo haga satisfactoriamente para nuestra mente, pierdo la cabeza y me entrego. Así me preparo para el viaje sin retorno, el viaje que no tiene fin pues después de echadas las cartas, tomadas las decisiones nada puede cambiar. Despertar, abrir la ventana y sentir el aire calando los huesos mientras el sol me brinda una sonrisa y el azul del cielo desdibuja las lagañas de mis ojos; sonreír y sentir que la vida apenas comienza y que los silencios se encerraron en aquel baúl de recuerdos absurdos junto al casillero de las miradas negras y los harapos derretidos.
El viaje aun no comienza, sin embargo ya negocie con Poseidón buen viento y buena mar y un café caliente en la proa de un velero que ya está listo para zarpar, espero que la proa la albergue en algún lugar vacio junto a mí.