Domingo de Mayo…
Después de mucho tiempo dormí hasta tarde y ni siquiera fue producto de
una noche de jarana, simplemente un merecido descanso después de semanas locas
y trabajo acumulado, sin embargo, se vino la tarde y me puse a repasar estos días,
estas semanas y al ver que el loco tiempo sigue su paso a pasos agigantados me
detuve perplejo a digerir que ya estamos en el quinto mes del año.
Entre risas y llantos despedimos el 2011, y de a poco se va consumiendo
este nuevo año, en un mes más ya habremos llegado a medio año y me entraron
unas ganas irresistibles de escribir-te, de hablar-te de aprovechar este medio
que deja llevar los mensajes por el ciberespacio y hace de la distancias físicas
sean simples imaginarios; me provocaba hablarte de lo sospechoso que es el
tiempo, de sus cómplices (las horas y los minuteros), de la muerte de todas
esas hojas que nos anuncian la llegada del invierno, hablarte del horizonte y
el atardecer, y de las palabras,de todas estas palabras que salen y me rebasan.
Hablarte del insecto diminuto que viaja entre los senderos de mi jardín,
hablarte del gato que ya es mas dueño de mi casa que yo y que cada noche se
toma la molestia de visitarme, de los bloqueadores y sus bloqueos, de los
gases, las piedras y ramas que hacen de cada día una verdadera experiencia de
sobrevivencia, hablarte de los vendedores y sus naranjas y de los que lloran,
de los que esperan sin desesperar y de los que desesperan, hablarte de los que
conspiran a mi lado y hablarte de lo que callo cuando te imagino frente a mí.
Entonces surge la pregunta si es que el silencio es solo la falta de
palabras ante una realidad y la materialización de una presencia; apareces ahí
y estoy acá y en medio una barrera de silencio, un abismo de miradas, un deja vu en pausa, un intento de saludo
detenido. Estas ahí y acá estoy, creo que el sabor del café sería mejor al lado
de tus palabras y del misterio que trae esta tarde. Se siente extraño
cuando después de todo regresas a la realidad, cuando después de tanto huir te
encuentras, cuando no hay palabras suficientes para hablar, cuando tu
cuerpo te limita tan misteriosamente a todo.
Sin embargo no logro reponer cada recuerdo al que me le escondí, no logro
recordar muy bien porque no quería despertar, no logro recordar para que necesitaba
más palabras o para que quería más libertad de la que tengo y busco entre mis
libros mágicos buscando la pócima que me devuelva todo lo que perseguí, porque
aunque no recuerdo que tan triste o que tan maravilloso fue, la vida se torna
como una buena opción.
Y haciendo peripecias vuelvo al filo de mis palabras, margino mi
pensamiento a una irrealidad que cada vez se hace más tangible, el viento corre
y lleva consigo el aroma de la libertad y del campo después de haber despertado
de un largo crepúsculo.
Miro al cielo el increíble contorno de nubes sin forma, pero que al
mismo tiempo pueden tornarse en la figura que quieras, es jugar con la imaginación,
pero al mismo tiempo es un escape a la realidad: que bueno poder optar por la
posibilidad de lo imaginado.
Respiro profundamente y grito como si estuviera exhalando un odio
pasajero, me limito a disfrutar la brisa que atardece entre mis dedos y se
torna mágico el momento que me recuerda que es mejor la soledad que estar acompañado
de demonios y fantasmas. Y me convenzo de que no somos más que una hábito
de sueños, y un temeroso suicidario, el camino cierra la puerta a un misterio
que se niega a morir estando enclaustrado en las entrañas de esta historia,
recordándome la soledad a la que estamos sometidos, punzando los sentidos para
recordar cómo es la realidad, fría e insípida, como la piel de un cocodrilo,
pero aun más áspera...
Y de tanto divagar empiezas a cuestionarte sobre todo lo que pasa y
sobre el sentido de las cosas, el cómo llegó, de cómo me encontró de cómo la
encontré yo, de cómo nos perdimos. De cómo se abrieron las páginas del encuentro.
De porque en sus brazos pudieran estar las razones que harían del ideal la
convicción de la certeza, la pasión de la vida, esa invitación constante a
tomarse la mano y hacerse girar alrededor de todos los mundos
Algún rato pensé que me faltaba ortografía,
pero no me queda duda que me sobra el
pulso, mi palabra se abre paso con el calor de un beso imaginado… otra vez
Sabina y su calle melancolía…
…“Vivo
en el número 7, calle Melancolía, quiero mudarme hace años al barrio de
la alegría pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía, en
la escalera me siento a silbar mi melodía”… (Sabina)
Mayo 2012