Y son temporadas… supongo… de esos espacios en los que uno se suspende y
por un momento siente que todo se ve tan lejano, no siempre se lo digo a la
gente -excepto en este momento de retada cobardía- porque temo despertar pesar
o condescendencia, pero a veces no me siento tan a gusto con estos vacios… un día más… un día mas de vida y siento que se me
acaban las pilas.
Por un segundo se me olvida que sé caminar, que puedo levantarme, que se
romper el silencio con voces, que los ojos tristes son esencialmente
reveladores, que si me tapo con las frazadas no llego a desaparecer, que si me
lavo los dientes no va a desaparecer ese olor de ausencia de tí, se me olvido
que no debo nombrarte, ni buscarte, ni encontrarte...
Se me olvido que el domingo no abren el cafecito donde muchas veces
elucubre tu presencia, donde algún momento soñé un charla profunda o una simple
cita de evaluación de la jornada rutinaria al calor de una vela. ¿y
ahora dónde pongo todos estos pensamientos rotos?
Ando solo por la vida con un tono dominante, sin pretensión de enseñar nada
a nadie, no vine a explicar al mundo sobre mis intenciones, solo vine a vivir…
pero que complicado se hace despertar algunas mañanas.
Pero pasan cosas… siempre pasan. La vida me encara con mis miedos a
través de las historias ajenas; veo nacer y morir historias y quiero y temo ser
parte de ese devenir. Y siento/pienso, no con tanta frecuencia -excepto en
momentos como este, de retada valentía- que quiero un nuevo espacio, un nuevo
aire, una nueva razón de vivir.
Ser lo que quiero ser, ser un respiro comprometido en medio de la
tarde, un pensamiento encerrado en mi cabeza, un lapicero sin tinta/llanto,
un tintero lleno, una hoja blanca, una tormenta al lado de mis pies, un
cortometraje tras otro, una vena azul, unos ojos cafés.
Pretender ser un reloj de arena que disfruta el paso de los granos que
al mismo tiempo son segundos/minutos, ser unos parpados cansados, un frío
inesperado, una leve lluvia en media primavera, una ventana bien abierta. Ser un
recuerdo de tí, un presente de mí, una sombra en idioma desconocido. Ser
un baile alrededor del cielo.
Hoy ser lo que quiero ser, mañana también, aunque mañana sea diferente.
Y aunque a veces un lapicero sólo puede escribir oraciones desordenadas, llenas
de melancolía-feliz, se me hace por imaginar sus ojos cerrados y logro abrir
los míos… y vuelvo a las hojas blancas y al tintero.
Para otra vez sentarme al filo de una palabra, como muchas veces ya lo
hice, alejando mi pensamiento a una quimera que cada vez se hace más perceptible,
el viento corre y lleva consigo el aroma de la libertad y del campo después de
haber despertado de una larga alborada. Miro al cielo, y el increíble contorno
de nubes sin forma ilustran la posibilidad de lo imaginado, respiro el mismo
aire cargado de atardeceres y grito fuertemente como si estuviera sacando un
odio pasajero, me limito a escuchar el viento que acompaña el atardecer y dejo
pasar el día entre mis dedos y es mágico ese instante en el que recuerdo que es
mejor la soledad que andar acompañado de demonios y espíritus alcohólicos de un
período prolongado en pausa ajena.